Un sábado por la mañana, cuando la casa todavía está tranquila, todos duermen. Me gusta levantarme y pasearme en ese silencio. Escucho al señor gorrión saludarme, a las perras desperezarse e, incluso, si me esfuerzo, puedo llegar a oír a un vecino a la carrera. El ruido del reloj, poco a poco, me devuelve a la realidad del tiempo pasado y, de pronto, todo empieza a funcionar: los grifos del baño, los dibujos en la tele, los chillidos de “¡buenos días!”, las patitas de las perras sobre el parqué, la cafetera, la tostadora y el sonido de mi voz:
—Suena el timbre (¡Riiiin, riiiin, riiiin!) —y repito—: ¿Alguien puede abriiiir? ¡Llaman a la puertaaa!
Al final tengo que abrir yo. Me miro el pijama (menos mal que no está manchado), me recojo el pelo, me froto la cara para espabilarme y abro la puerta. En el umbral hay un señor. No sería nada extraño si no fuera porque va vestido con un esmoquin. Mi cara debe de ser un poema, pues el señor me sonríe y me pide un café. Es entonces cuando me acuerdo de mi madre, que solía decirme: “No hables con desconocidos, nunca sabes qué puede pasarte”.
¡En fin! Ese día debía de estar aventurera, así que le dejé pasar. De repente, parecía que había vuelto el silencio de cuando me acabo de levantar: todo enmudeció, todo se centró en ese extraño que había dejado entrar en casa y que, tan elegantemente, se dirigía a la mesa del desayuno.
—¡Buenos días, familia! ¿Qué tal han dormido? ¿Soñaron felices? —dijo sin más, y se sentó.
El estupor general era tan evidente que tuve que animar a todos a sentarse a la mesa. Y, como si fuera uno más, empezaron los interrogatorios, más ruido, platos y tazas, las perras… y todo volvió a la normalidad. Incluso hubo risas y armonía. Al despedirse, nos dejó un regalo: una tarta que haría que esa mañana fuese recordada no porque tuviéramos un extraño en la mesa, sino por la elegancia de su esmoquin y por el sabor de la deliciosa tarta.



Tuxedo.- la traducción de esta palabra inglesa sería esmoquin, es el traje de etiqueta que suelen ponerse los señores para un evento especial, pues ese mismo.
Para la Base:
- 220 gramos de galletas de chocolate
- 120 gramos de mantequilla fundida
- Molde cuadrado desmontable de 17x17 cm
- 1 litro de leche
- 400 gramos de chocolate negro, troceado
- 100 gramos de azúcar
- 2 sobres de cuajada
- Chocolate blanco
La Base:
La Crema:
Decoración:
Decora con chocolate blanco como si fuera un tuxedo (esmoquin).
