Cuando llegaba el frío invierno se metía en capas de ropa, como una cebolla__decía ella, y eso le encantaba, le gustaba sentir el frío aun metida entre esas capas, decía que eso la hacía sentirse viva, con vigor para seguir adelante y notar cada parte de su cuerpo.
Una vez, cuando su novio rompió con ella y la dejó desolada, sus amigas decidieron viajar a una isla con mucho calor, para divertirse, bailar y beber, beber hasta olvidar. Pero ella no soportaba el calor, tanto calor, decía que la asfixiaba y que hacía que el dolor se quedara dentro, sin poder salir, sin poder quitárselo de encima, el calor la aletargaba, dejaba su interior en pausa y que cuando volviera a la normalidad aún lo llevaría dentro.
Así que se fue de la isla igual que llegó, dolorosa además de quemada por el sol. Juró y perjuró que nunca volvería a quitar penas expuesta al calor. Ella necesita el frío, necesitaba sentirse viva para gritar a los cuatro vientos y en todos los idiomas que sabía, que ella era una guerrera.
- 180 g arroz redondo de grano corto
- 2,5 litros de caldo de pollo o agua
- 1 pechuga de pollo (cocida) finamente fileteada
- 8 champiñones pequeños, cortados a rodajas finas
- Jengibre fresco picado
- Enjuaga y escurre el arroz por 3 veces.
- En una olla lleva a ebullición el arroz con el caldo o agua, remueve, baja el fuego y deja cocinar durante 1 hora, removiendo cada 15 minutos, tiene que quedar una consistencia de gachas.
- Vigila que los granos no se peguen al fondo de la olla.
- Mientras con un poco de aceite en una sartén, sofríe el pollo fileteado con los champiñones, termina con el jengibre rallado.