[English below]
- Té (preferiblemente un té con sabor fuerte pues el azúcar lo endulza mucho)
- Algodón de azúcar de colores diferentes
- Las mejores tazas de té que tengas en casa
Foodie, diseñadora gráfica, cuentacuentos y aficionada a la fotografía es un resumen de lo que encontrarás aquí, un circo lleno de recetas, historias y espectáculo. Señoras y señores, mesdames et messieurs, ladies and gentlemen, bienvenidos a Circus day, espero que te guste el show.
Hi, I'm Caty and I lead this circus.
Foodie, graphic designer, storyteller and photography amateur is a summary of what you will find here, a circus full of recipes, stories and spectacle. Señoras y señores, mesdames et messieurs, ladies and gentlemen, welcome to Circus day, I hope you like the show.
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En lo alto de una montaña cubierta de niebla, se alzaba una casita solitaria con tejado de madera musgosa y ventanas siempre empañadas. No había caminos marcados para llegar hasta allí, salvo un sendero escondido entre pinos viejos y susurros del bosque. Los lugareños decían que en esa casa vivía un espíritu antiguo. Otros, que era solo un viejo eremita que servía café. Pero la verdad era otra.
Dentro de la casita, había un pequeño café: tres mesas, una estufa de hierro y una repisa repleta de tazas desiguales. Detrás del mostrador, el dueño, un Gumiho de ojos grises y voz suave, preparaba café con una delicadeza que rozaba lo ritual. Aquel espíritu zorro de nueve colas había renunciado a devorar almas humanas hacía siglos. Ahora solo recolectaba historias a cambio de una taza caliente.
Un día, subió hasta la casita una niña de trenzas oscuras. No parecía perdida, ni asustada. Traía en brazos una marioneta de madera, tan gastada que apenas mantenía sus hilos unidos. Se sentó sin hablar, y el Gumiho le sirvió una taza.__¿Qué historia traes?__preguntó él.
La niña señaló el pozo del fondo del jardín, visible desde la ventana. No era un pozo cualquiera, su brocal estaba tallado con símbolos antiguos, y un viento helado salía de su interior, incluso en verano. __Mi madre tiró mi voz ahí__dijo la niña finalmente, con una voz que parecía prestada, como un eco traído desde otro lugar. El Gumiho la observó con cuidado. No era raro que las personas vinieran a él con dolores que no podían explicar. Pero lo de la niña era distinto.
__¿Y qué quieres que haga?.
__Quiero que me enseñes a hacer café__respondió. __Dicen que el tuyo trae los recuerdos de vuelta.
Durante días, la niña aprendió. Aprendió a moler los granos con ritmo lento, a medir el agua como si fuera un conjuro, y a esperar el momento exacto en que el aroma del café abría puertas invisibles. Una noche, bajo la luna llena, preparó sola su primera taza. La dejó sobre el brocal del pozo, junto a su marioneta. El vapor subió, formando figuras que danzaban como recuerdos. Y entonces, desde el fondo, una voz, su voz, subió con el humo. El Gumiho la observó sin intervenir. Solo sonrió, como lo hace quien guarda secretos y sabe que algunas heridas se curan con historias, otras con café y otras dejando ir una marioneta al fondo de un pozo.
Son ideales para servir en una tabla bonita, como entrada divertida en una cena de verano o como broche final en una comida informal. Puedes hacerlos sin alcohol si lo prefieres, usando solo zumo o agua con sabor.
🌱 Variación sin alcohol: sustituye el vodka por agua de coco, zumo de lima o infusión fría de hibisco.