Señoras y Señores,

Bienvenidos a Circus Day

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Hola,

Soy Caty y dirijo este circo

Foodie, diseñadora gráfica, cuentacuentos y aficionada a la fotografía es un resumen de lo que encontrarás aquí, un circo lleno de recetas, historias y espectáculo. Señoras y señores, mesdames et messieurs, ladies and gentlemen, bienvenidos a Circus day, espero que te guste el show.

The Show

En el blog

Monadas

[RETO TIA ALIA]
¿No crees que es una forma muy bonita de nombrar a estas galletas? cuando vi esta receta, que forma parte de mi primera participación en el reto de tía Alia se me ocurrió de inmediato esta forma, unas galletas sinuosas, coquetas con un toque de chocolate, justo para insinuarse y deleitar los paladares del té de las cinco o el café de media mañana. 


A mi me recuerdan a Barbapapa Family, me encantan estos seres de colores y me inspiré en ellos para esta ocasión, así que mi elección para la propuesta de el reto de octubre de las recetas de tía Alia es MONADAS, la propuesta dulce. Al principio no sabía muy bien que era pues como veis en la receta no hay más información. Primero hice una pequeña prueba a ver qué salía y después hice la prueba final dando forma a estas preciosidades y terminando con un toque de chocolate, para situarlas en una ciudad y en una calle llamada Rue de las Monadas, así de Chic.


LA RECETA:


Usé la KA, pasé la mezcla a una manga pastelera, hice las formas, horneé y cuando estaban frías las decoré con un poco de chocolate fundido. El horno precalentado a 160º C y durante más o menos 30 minutos, pero vigilar por si se tuestan antes.



Fotografías @catypol - Circus day.

Ciabatta

[BAKE THE WORLD]

Hoy es el día elegido por la chicas de Bake The World para publicar nuestra aportación que este mes le hace honores a la Ciabatta o Chapata, además hoy es el día mundial del pan por lo que la blogosfera se llenará de deliciosos panes hechos con mimo habiendo dejado la casa llena de aromas y plasmado sonrisas de placer entre los afortunados en probarlos.


 · CIABATTA ·


Ingredientes

(para 2 panes medianos)

Para la biga (pre-fermento):

125 g de harina de fuerza
2 g de levadura seca de panadería (o 6 g de levadura fresca)
80 ml de agua (templada)

Para la masa final:

Toda la biga
375 g de harina de fuerza
300 ml de agua (templada)
10 g de sal
5 g de aceite de oliva virgen extra
2 g de levadura seca (o 6 g de fresca, si no usas la seca)


1. Prepara la biga (el día anterior)
En un bol, mezcla la harina, la levadura y el agua hasta obtener una masa compacta y pegajosa. Cubre con film o tapa hermética y deja fermentar a temperatura ambiente durante 12 a 16 horas.

2. Masa principal
En un bol grande (o en amasadora), mezcla la biga con el agua. Añade la harina, la sal, la levadura y el aceite. La masa será muy pegajosa y húmeda. Mezcla durante unos 10 minutos hasta que se vuelva elástica (puedes usar el método de estirado y plegado si es a mano, o el gancho de la amasadora).
Es normal que la masa sea muy blanda y difícil de manejar, no añadas más harina.

3. Fermentación y plegados
Coloca la masa en un bol grande ligeramente engrasado. Cubre con un paño húmedo y deja fermentar 2 horas, haciendo 3 pliegues cada 30 minutos: estira un lado de la masa y dóblalo sobre sí misma (como un sobre).

4. Formado
Vuelca la masa sobre una superficie bien enharinada. Con mucho cuidado (sin desgasificar), divide la masa en 2 rectángulos. Espolvorea harina por encima y deja reposar otros 30-40 minutos, cubiertos con un paño.

5. Horneado
Precalienta el horno a 230 ºC con calor arriba y abajo, y una bandeja metálica en la base.
Coloca las ciabattas en la bandeja de horno (con papel sulfurizado o piedra). Echa un vaso de agua en la bandeja metálica inferior para crear vapor.
Hornea durante 20–25 minutos hasta que estén doradas y suenen huecas al golpear la base.

6. Enfriado
Deja enfriar completamente sobre una rejilla antes de cortar. 

El aroma es espectacular, ¡pero la miga se forma al reposar!
 

Fotografías @catypol - Circus day.

Kasutera

El barco había zarpado rumbo a las Indias Orientales. A bordo, un puñado de marineros curtidos por el sol y el mar, y unos cuantos monjes que viajaban en misión. Llevaban consigo, además de su palabra, algunos productos que no sabían si encontrarían allí. El capitán les había advertido que no resistirían tanto tiempo en la bodega en buen estado, pero el superior les había ordenado llevarlos, y ellos acataron lo que el buen señor decía.

A quienes no les sentaba bien la travesía se les advertía: cuando el mar se embravecía, mejor no subir a cubierta. El riesgo de que una gran ola los arrastrase era real, y los marineros no estaban para cuidar de nadie. Bastante tenían con proteger su propio pellejo. Ya era suficiente que hubiesen aceptado aquel viaje para saldar favores pendientes; no les entusiasmaba la idea de cruzar medio mundo para perderse en sus mares.

Los monjes aguantaron como campeones. Hablaban poco, comían menos y no se marearon, ni siquiera con las grandes olas de mar abierto. Pero se acercaba una tempestad, una de las grandes. Esperaban resistir así hasta llegar a puerto. Sin embargo, el puerto no llegó. Los vientos y el agua zarandearon el barco como si fuera de juguete, hasta que acabó estrellándose contra la costa.

¿Dónde estaban? ¿Habían llegado a su destino? ¿Estarían todos vivos?

Cuando la tormenta pasó, se hizo recuento. Pocos marineros habían sobrevivido; en cambio, todos los monjes estaban vivos. La mercancía había desaparecido junto con gran parte del barco, por lo que no quedaba nada con lo que curar ni alimentar a los que allí estaban.

Supongo que la curiosidad hizo salir a los lugareños de su escondite. Al principio los observaron de lejos, con cautela. Luego, acercándose temerosamente, los rodearon y les hablaron en una lengua extraña, con un tono que parecía enfadado por su presencia. Con el tiempo, entendieron que lo ocurrido no había sido culpa suya. Los ayudaron con las heridas, con el hambre.

No les ofrecieron ningún pastel de bienvenida, pero lo que comieron les supo a gloria. Fuera lo que fuera, no estaban en casa… pero estaban agradecidos.



Ya he dicho en otras ocasiones que me gusta la comida asiática, especialmente la japonesa. Bueno, en realidad, de Japón hay muchas cosas que me encantan.
(Tengo un haori de seda japonés que creo que es la prenda que más me gusta de mi armario... y también la que menos veces me he puesto). Su ropa tradicional me parece preciosa, me fascinan los mil y un cacharritos que tienen para decorar la comida, pero reconozco que, entre tanta delicadeza —en sus jardines, su cocina o sus rituales— y todo tan pequeñito y minimalista... el sumo me descoloca.

La historia de este bizcocho cuenta que su origen es portugués, y que fueron los portugueses quienes lo introdujeron en Japón a través de Nagasaki en el siglo XVI. También se le llama Castella o “pan de Castilla”. Es un bizcocho sencillo, elaborado con huevo, azúcar, harina y miel. Como ocurre a menudo, hoy en día existen muchas versiones: con chocolate, con té matcha…

Desde su introducción, la kasutera pasó de ser un dulce nanban —es decir, un postre extranjero— a considerarse un wagashi, un dulce tradicional japonés. Se le otorgó esa categoría por las técnicas utilizadas al batir los huevos y, sobre todo, por la incorporación de mizuame, un jarabe de almidón local que le aporta esa textura húmeda y ligeramente masticable. En nuestra versión occidental, solemos sustituirlo por miel.

Es curioso cómo un bizcocho de origen europeo regresa a nosotros “de la mano” de los japoneses, como si necesitáramos de Internet para redescubrir la historia de muchos productos.

Y tú, ¿qué bizcochos te han sorprendido?

· KASUTERA CAKE ·


Ingredientes {para un molde de 20 cm.}
  • 2 tazas de azúcar glas
  • 3 cucharadas de leche entera
  • 1/4 taza de miel
  • 8 huevos
  • 2 tazas de harina con levadura para repostería, tamizada

1.- Precalienta el horno a 180 °C.
Engrasa el molde con mantequilla y fórralo con papel de hornear, dejando que sobresalga por los bordes (este bizcocho es muy alto y sube bastante). Unta también mantequilla sobre el papel y espolvorea ligeramente con azúcar glas.

2.- Prepara la mezcla de miel y leche. En un cazo, calienta a fuego suave la leche junto con la miel, removiendo hasta que se integren por completo. Retira del fuego y reserva.

3.- Bate los huevos. En una batidora, bate los huevos durante 1 minuto. Añade el azúcar glas y sigue batiendo hasta que la mezcla triplique su volumen (debe quedar muy espumosa y aireada).

4.- Incorpora poco a poco la mezcla de miel y leche, batiendo durante 3 minutos más. Luego, a velocidad media, añade la harina tamizada, poco a poco, hasta obtener una masa densa y uniforme.

5.- Vierte la masa en el molde preparado y alisa la superficie. Hornea durante 10 minutos a 180 °C. Pasado ese tiempo, baja la temperatura a 160 °C y continúa horneando durante aproximadamente 1 hora, o hasta que al insertar un palillo en el centro, salga limpio.

6.- Reposo. Apaga el horno y deja el bizcocho reposar dentro, con la puerta entreabierta, durante 10 minutos. Después, retíralo, desmóldalo con cuidado y quítale el papel.

7.- Presentación. Recorta los bordes del bizcocho para dejar visible su miga suave y brillante. Sírvelo templado o a temperatura ambiente.

Si lo vas a conservar, envuélvelo en film transparente para mantener su humedad característica.


Relato y fotografías @catypol - Circus day.

Spaghetti Western

El verano hacía tiempo que había quedado atrás: los baños en la piscina, las siestas al mediodía, los juegos por la tarde-noche que llenaban la casa de una banda sonora especial, las cenas al aire libre y las películas proyectadas sobre una sábana blanca en el patio interior. ¡Oh! Esa parte era, sin duda, la mejor manera de terminar la noche.

Mamá y papá, cogidos de la mano; mis hermanas, alborotadas cuando salía un actor guapo —o eso decían ellas, porque a mí todos me parecían del montón—; mi nonna, limpiándose las lágrimas cuando la historia lo requería... Entonces se giraba hacia mí y me decía, con dulzura:
—Mi niño bonito, no crezcas rápido.
Y a mí me desconcertaba. De todas formas, tenía que crecer, así que no le prestaba mucha atención cuando se ponía así de emocionada.

El día que mamá me dijo que esa noche veríamos un spaghetti western, me maravilló. A mí me gustaban mucho mucho los espaguetis, pero no entendía lo de “occidental”.
—¿Hay una película de espaguetis... occidentales?
No sabía qué pensar, así que me pasé el día persiguiendo a la nonna para que me contara el plan. Ella, muy reservada, solo me decía que la película me iba a gustar mucho.
Hay caballos, disparos y vaqueros —me decía—. No en ese orden... pero los hay.
Y eso me dejó chof. Aunque bueno, si había todo eso, seguro que me gustaría. Sobre todo si, antes de la película, el espagueti estaba en mi plato.




¡Yiiiijaaaa!
Cuando era pequeña, recuerdo que en La 2 hacían ciclos de cine con mucha frecuencia. A veces eran de películas de baile con Fred Astaire y Ginger Rogers, otras veces de cine negro... y otras, de westerns. Algunos eran americanos, pero también los había rodados en España —los llamados chorizo western— o en Italia, conocidos como spaghetti western. Aunque, al final, creo que ese término acabó aplicándose a todos los westerns hechos en Europa.

A mí, particularmente, no es un género que me entusiasme, pero sí gustaba mucho a nuestros mayores. Recuerdo a mi abuela o a mi padre viendo este tipo de películas con auténtica devoción.

Por lo visto, los estudios donde se rodaban muchos de estos spaghetti western estaban en Roma. Curiosamente, en los restaurantes italianos también puedes encontrar un plato muy típico: los spaghetti all’amatriciana. Aunque no son originarios de Roma, sino de Amatrice. Un poco como los westerns, ¿no crees?

La amatriciana —o matriciana, en dialecto romano— es una salsa para pasta que toma su nombre de Amatrice, una ciudad de la provincia de Rieti, en Abruzzo (hasta 1927). Sus ingredientes principales son: tocino (guanciale), queso pecorino y tomate.

Durante el siglo XIX y principios del XX, la popularidad de la amatriciana en Roma creció muchísimo, gracias a los estrechos vínculos entre ambas ciudades. En esa época, muchos posaderos en Roma eran originarios de Amatrice, y el término matriciano pasó a usarse para referirse a una "posada con cocina". La amatriciana fue tan bien recibida que se convirtió en un clásico indiscutible de la cocina romana.

Y tú, ¿con cuál te quedas: con el espagueti… o con el western?


· SPAGHETTI ALL'AMATRICIANA ·

Ingredientes
    400 gramos de espaguetis
    200 gramos de guanciale (o tocino)
    120 gramos de Pecorino
    500 gramos de tomates pelados

    Elaboración
  1. Pon el agua a hervir en una cacerola, con una pizca de sal gorda. 
  2. Engrasa una sartén de hierro con manteca de cerdo, pero si tienes una sartén antiadherente no la necesitas. Corta el tocino en tiras y no en dados, añádelo a la sartén y déjalo sofreír en su propia grasa, a fuego lento. El tocino debe volverse transparente en la parte grasa, luego empezando a dorarse, y cuando esté crujiente y tostado ( con cuidado de no quemarlo ) recogerlo con una espumadera y reservarlo en un plato, pero dejar su grasa dentro del sartén .
  3. Vierte los tomates pelados en la sartén y cocina durante 10/15 minutos. 
  4. Una vez cocidos, tritúralos con un tenedor reduciéndolos a pulpa y añadir 20 gramos de queso pecorino rallado. 
  5. Escurre los espaguetis y añádelos a la salsa de la sartén, salteándolos a fuego fuerte durante 2 minutos y mezclando todo bien. 
  6. Agrega el tocino y el resto de queso pecorino, mezcla rápidamente y sirve la amatriciana bien caliente.


Relato y fotografías @catypol - Circus day.

Bizcocho de aguacate

Hay un monstruo debajo de mi cama__ le dije a mi padre, él muy protector, miró debajo de mi cama y seguidamente me dijo__ hija estate tranquila, no hay ningún monstruo debajo de tú cama, si hubiera uno le pediría explicaciones y según lo que me contestara lo patearía fuera de casa.

Hay un monstruo debajo de mi cama__ le dije a mi madre, ella muy cariñosa me dijo__hija los monstruos no existen, y si no existen no debes preocuparte por ello, duerme tranquila que yo velaré tú sueño.

Seguí diciendo lo mismo a mi hermano, y él que es muy gracioso me dijo__hermanita, ¿saliste con tus amigas y te tomaste algo? ¡venga ya! ¡tu flipas!

Al final vino a casa mi mejor amiga, y le conté lo mismo que a los demás. Ella me dijo muy seria__ te creo, a mi me pasó igual, yo no tuve la valentía que tú tienes, yo no se lo conté a ndie y pasé mucho miedo, hasta que un día lo saqué de debajo la cama, le puse delante una baraja de cartas y le dije__si tú ganas me llevas a tú mundo, pero si gano yo dejarás de meterme miedo, vendrás a verme muy de vez en cuando, solo un ratito, nada de pasar temporadas conmigo y no te meterás debajo de mi cama, ni de mi armario, te mostrarás en todo momento hasta que llegue el momento de largarte.

Mi amiga se quedó a mi lado, me convenció y movimos la cama, la giramos, la zarandeamos, nos reímos largo rato y disfrutamos mucho de un nuevo y riquísimo bizcocho que había hecho ese día, con un ligero tono verdoso monstruo, ¿queréis disfrutarlo?.




Cada persona ve los miedos de distinta manera, cada una reacciona según su experiencia, saber, personalidad o perspectiva, y si, aunque el miedo es una angustia que todo ser humano experimenta alguna vez en su vida, a veces, no es fácil reconocerlo, hablarlo o manifestarlo. 

Imaginamos que el monstruo que hay debajo de nuestra cama puede ser verde, como Mike o Sully (Monstruos S.A.), quizás de pequeños es así, pero ¿y de grandes?, ¡mmm!, de grandes podemos seguir creyendo en ellos o comérnoslos ¿no crees?.

· BIZCOCHO DE AGUACATE ·

Ingredientes
  • 3 huevos
  • 1 pizca de sal
  • 2 aguacates pequeños maduros o 1 aguacate grande maduro
  • El zumo de 1/2 limón
  • 100 gramos de aceite oliva suave
  • 180 gramos de azúcar 
  • La ralladura de 1 limón
  • 250 gramos de harina 
  • 50 gramos de harina de almendra
  • 1 sobre de levadura en polvo
  • Unas gotas de colorante alimentario verde (opcional)
Elaboración
Precalienta el horno a 180 °C.
  1. Separa las claras de las yemas. Monta las claras a punto de nieve con una pizca de sal y resérvalas.
  2. Extrae la pulpa del aguacate y colócala en un cuenco con el zumo de medio limón. Tritura hasta obtener una pasta suave.
  3. En una batidora, mezcla el aceite con el azúcar y el puré de aguacate. Añade las yemas y bate bien. Incorpora la ralladura de limón.
  4. Tamiza las harinas junto con la levadura e incorpóralas a la mezcla anterior. Mezcla hasta integrar.
  5. Si deseas potenciar el color verde, añade unas gotas de colorante alimentario.
  6. Incorpora las claras montadas con una espátula, poco a poco, con movimientos envolventes hasta que la masa quede homogénea y aireada.
  7. Vierte la masa en un molde previamente engrasado (con spray desmoldante o aceite y harina).
  8. Hornea durante unos 45 minutos o hasta que, al pinchar con un palillo, este salga limpio.
  9. Retira del horno, deja reposar 5 minutos en el molde y desmolda sobre una rejilla para que enfríe por completo.




Relato, dibujo y fotografías @catypol - Circus day.

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