Era invierno y en casa llevábamos tres días sin calefacción. Todos íbamos con más capas que una cebolla. Todos, menos Sergi, claro, que insistía en caminar descalzo como si el suelo estuviera alfombrado de nubes y no de baldosas gélidas.
Aquel sábado por la mañana, la calma de la casa fue rota por un “¡A las armas!” que vino del cuarto de mi hermana pequeña. En cuestión de segundos, se desató la guerra de almohadas. Mamá se unió sin preguntar, y papá, que venía medio dormido, acabó atrapado en medio del pasillo, cubriéndose con una toalla como si fuera un escudo romano.
Fue entonces cuando apareció la genio. No es que saliera de una lámpara, ni que flotara en el aire. La genio era María, envuelta en una bata de franela y con una bufanda hasta la nariz. —¡Pero qué espectáculo es este! —dijo, alzando una ceja. La atacamos sin compasión hasta que salió de la habitación riendo. —¡Os voy a preparar mantecados! —gritó desde la entrada, y desató la locura familiar.
En menos de cinco minutos, la guerra se detuvo por completo. La promesa de mantecados tenía más poder de convocatoria que cualquier tratado de paz. Papá bajó la toalla, mamá rescató a Sergi del suelo helado, y mi hermana desapareció misteriosamente justo cuando tocaba recoger las almohadas. En la cocina, María amasaba rápido, cantando bajito villancicos. El horno empezó a calentar la casa, y para cuando los primeros mantecados salieron del horno, el frío ya no importaba. —Yo no sé si el genio vive en una lámpara… pero la nuestra hace los mejores mantecados del mundo. Y nadie me llevó la contraria.


Esta es una antigua receta mallorquina sobre un producto que en su momento era muy consumido aquí, y en Navidad. Ya que sólo se compone de azúcar, manteca disuelta y harina, muchas casas podían "costearlo". Con estos ingredientes se hacen los mantecados mallorquines, ahora de venta en hornos y pastelerías y pocas veces hecho en casa, una pena porque son muy fáciles de hacer y muy ricos.
La receta no tiene cantidades, y es así de fácil:
La misma cantidad de azúcar que de manteca disuelta más la harina que necesite (hasta que nuestras manos salgan limpias del amasado), precalentar el horno a 180 ºC, estirar la masa con un rodillo y sobre la mesa de trabajo, con un cortapastas redondo hacer los mantecados (intentar que sean del mismo grosor), prepararlos en una bandeja de horno con papel de hornear, y hornear unos 8 -10 minutos.
Al estar calientes están blanditos, pero al enfriarse se endurecen un poco. Cuando están fríos espolvorear con azúcar glasé.
Nota: si no tienes cortapastas redondo puedes usar un vaso para cortar la pasta, y si quieres hacer el árbol úsalo de diferentes medidas.


Fáciles y muy ricos, así que con esta receta participo en el concurso de recetas navideñas del blog Sweet and Sour, receta dulce.

Relato, receta y fotografías @catypol - Circus day