Para los lugareños, vivir aquí era un privilegio. No importaba si la altura era considerable; solo se acordaban de ella durante los cortos inviernos. Cuando llegaba el buen tiempo, borraban de sus mentes esos meses pasados y salían a disfrutar de la belleza que los rodeaba.
El lugar era visitado por personas de diferentes partes del mundo. A nadie dejaba indiferente la visita y, si lograban integrarse con los residentes, se les veía a todos con cara de felicidad. Se nota cuando eres bien recibido, y si eres un viajero, eso se agradece.
Llegaban las fiestas y los vecinos se entregaban a los preparativos. Ilusionados, se les veía trajinar por el pueblo: decoraciones, actividades para que la gente se divirtiera y, como no podía ser de otra manera, la comida también era protagonista.
Es típico de la zona un plato sencillo —muy sencillo— elaborado con pan moreno (pa moreno), tomate (tomàtiga de ramellet, una variedad local), aceite de oliva y sal. Lo llaman pa amb oli, y para acompañarlo preparan todo aquello que les apetece: aceitunas, camaiot (un embutido típico del lugar), frutas, verduras, hortalizas, embutidos, pescados...
Bienvenidos a mi verano. Bienvenidos a un lugar donde el tiempo ha querido que todo se viva intensamente, y donde no importa la altura.
Este mes Hecho En Mi Cocina con el número 63 (HEMC #63) organizado por Cristina del blog LeBonVivant quiere saber los ingredientes de nuestro verano, a qué sabe?, en Circus day sabe a montaña, a mar, a risas y a confidencias, sabe a huerto de mis vecinos Manolo y Mari, sabe a vino, a limonada y a piña que nos traían Biel y Esperanza, sabe a dulce y a regalos, el que nos hacía Tomás con sus mermeladas de higos de sus higueras, sabe a fiesta, sobretodo sabe a fiesta.
Pa amb oli mallorquí
¿Fácil verdad?
Pa moreno
Tomàtiga de ramellet
Aceite de oliva y un poco de sal
¿y para acompañarlo?, boquerones en vinagre, escalivada, queso, fuet, aceitunas, tortilla española y tortilla de flores de calabacín...
Así sabe mi verano
“Ikat” proviene del término malayo-indonesio mengikat, que significa “atar, enlazar, sujetar”. Y esa es precisamente la base de esta técnica ancestral: atar los hilos antes de teñirlos para que el tinte no llegue a ciertas zonas. Así, una vez tejidos, los hilos revelan un dibujo lleno de matices, con contornos vibrantes que parecen moverse.
Aunque el ikat se ha desarrollado de forma independiente en varias regiones del mundo —India, Japón, Perú, Uzbekistán o Indonesia—, en cada lugar ha tomado una forma distinta, adaptada a sus materiales, colores y culturas. En Mallorca, el ikat encontró su voz en la tela de llengües, que debe su nombre a los característicos motivos alargados que recuerdan a llamas o lenguas.










