Una tradición que, con el paso del tiempo y de las generaciones, hemos ido dejando de lado para dar paso a otras nuevas, pero que yo disfrutaba mucho de pequeña y que siempre llegaba con la festividad de Todos los Santos.
Los llamados rosaris ensucrats son collares hechos con bombones y calabazate (patena), y solían ser un regalo de los padrinos a sus ahijados. Cada año nos los traían por estas fechas, aunque también era habitual que los abuelos se los regalaran a sus nietos. Se compraban en colmados, panaderías o pastelerías.
Particularmente, nunca me entusiasmó el calabazate, y al final, cuando me lo regalaban, terminaba comiéndoselo mi madre. Hoy en día todo se adapta, incluso los rosarios: ahora son de chucherías. Aunque aún se pueden encontrar en algunos supermercados y pastelerías, la tradición ya no está tan viva como antes.
Esta entrada nació cuando un grupo de personas nos unimos para reivindicar el Día de Todos los Santos y mostrar al mundo nuestras tradiciones culinarias en estas fiestas. En mi caso, tuve que preguntarle a mi madre, porque no recordaba ningún dulce especial de esta fecha. ¿Un bizcocho? ¿Una tarta? He visto que muchos hablan de los panellets, pero en mi casa nunca los vi, ni en casa de mis amigas, ni siquiera en la panadería del pueblo. Por eso no forman parte de mi tradición, aunque eso no quiere decir que no lo sean en otras zonas de la isla, simplemente lo desconozco.
Mi madre me recordó los rosarios, y digo “me recordó” porque yo no seguí la tradición. Sí, mea culpa. Pero bueno, aquí os dejo unas fotos de los tradicionales rosarios y de los que ya no lo son tanto, porque el calabazate no suele gustar a los niños tanto como las golosinas, y ahora ya se venden con estos dulces. A veces, la necesidad hace que las tradiciones cambien, y en este caso así ha sido.
No es una receta, pero forma parte de estas tradicionales fiestas en Mallorca y en mi casa cuando yo era pequeña, además de los buñuelos de las vírgenes.





