Café Dalgona
En lo alto de una montaña cubierta de niebla, se alzaba una casita solitaria con tejado de madera musgosa y ventanas siempre empañadas. No había caminos marcados para llegar hasta allí, salvo un sendero escondido entre pinos viejos y susurros del bosque. Los lugareños decían que en esa casa vivía un espíritu antiguo. Otros, que era solo un viejo eremita que servía café. Pero la verdad era otra.
Dentro de la casita, había un pequeño café: tres mesas, una estufa de hierro y una repisa repleta de tazas desiguales. Detrás del mostrador, el dueño, un Gumiho de ojos grises y voz suave, preparaba café con una delicadeza que rozaba lo ritual. Aquel espíritu zorro de nueve colas había renunciado a devorar almas humanas hacía siglos. Ahora solo recolectaba historias a cambio de una taza caliente.
Un día, subió hasta la casita una niña de trenzas oscuras. No parecía perdida, ni asustada. Traía en brazos una marioneta de madera, tan gastada que apenas mantenía sus hilos unidos. Se sentó sin hablar, y el Gumiho le sirvió una taza sin preguntar nada.__¿Qué historia traes?__murmuró él.
La niña señaló el pozo del fondo del jardín, visible desde la ventana. No era un pozo cualquiera, su brocal estaba tallado con símbolos antiguos, y un viento helado salía de su interior, incluso en verano. __Mi madre tiró mi voz ahí__dijo la niña finalmente, con una voz que parecía prestada, como un eco traído desde otro lugar. El Gumiho la observó con cuidado. No era raro que las personas vinieran a él con dolores que no podían explicar. Pero lo de la niña era distinto.
__¿Y qué quieres que haga?.
__Quiero que me enseñes a hacer café__respondió. __Dicen que el tuyo trae los recuerdos de vuelta.
Durante días, la niña aprendió. Aprendió a moler los granos con ritmo lento, a medir el agua como si fuera un conjuro, y a esperar el momento exacto en que el aroma del café abría puertas invisibles. Una noche, bajo la luna llena, preparó sola su primera taza. La dejó sobre el brocal del pozo, junto a su marioneta. El vapor subió, formando figuras que danzaban como recuerdos. Y entonces, desde el fondo, una voz, su voz, subió con el humo. El Gumiho la observó sin intervenir. Solo sonrió, como lo hace quien guarda secretos y sabe que algunas heridas se curan con historias, otras con café y otras dejando ir una marioneta al fondo de un pozo.
- 2 cucharadas de café soluble
- 2 cucharadas de azúcar
- 2 cucharadas de agua caliente
- Leche o bebida vegetal
- Hielo (opcional)
En un recipiente, verter el café soluble con el azúcar y el agua caliente. Es muy importante que el café sea soluble y el agua esté caliente o templada para conseguir el resultado deseado. Batir esta mezcla con unas varillas eléctricas. Con las eléctricas conseguirás la espuma de café en apenas 1 minuto. En un vaso, llena 3/4 partes de leche o bebida vegetal. Si te gusta con hielo este es el momento de añadirlo. Por último, con una cuchara, coloca la espuma de café Dalgona cuidadosamente sobre la leche y listo para saborearlo. Si te gusta decorarlo hazlo con cacao, virutas de chocolate o matcha.

- 2 tablespoons of instant coffee
- 2 tablespoons of sugar
- 2 tablespoons hot water
- Milk or vegetable drink
- Ice (optional)

Relato y fotografías/short story and pics @catypol - Circus day.
No nos dejes sin tus historias .................. y sin tus recetas.
ResponderEliminarDesde Uruguay, con cariño
Jaime
UMMMMMMMMMMMMMM se ve delicioso¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
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